José de Jesús Vázquez Hernández

El tiempo navideño que celebramos cada año, es un tiempo de amor, paz, perdón y esperanza en un futuro mejor personal y comunitario, nos remonta a momentos agradables y a veces no tanto, que vivimos en nuestros hogares cuando éramos niños y esperábamos con interés la venida del niño Jesús y de los Santos Reyes, porque significaba un tiempo de vacaciones, de fiesta y de regalos.

En esa época los regalos más comunes eran dulces, reflejados en colaciones, son unas bolitas redondas de diferentes colores, como canicas, pero había unas más grandes que tenían en el centro una semilla de cilantro, que disfrutábamos con gusto, además de trozos de alfajor, eran los más comunes, si bien había una gran variedad de otros ricos majares como los higos secos y dátiles de Israel.

Los juguetes igualmente consistían en carritos o troquitas de lámina de diferentes tamaños, muñecas de trapo con unos grandes ojos y cejas negras que las niñas cargaban por todos lados abrazadas con su chalecito o rebozo, que los papás les compraban sobre todo a las hijas mayores con el interés de les sirviera para cargar a sus hermanos menores.

No faltaban los trompos, los baleros, los yoyos, las canicas, las pelotas y las resorteras, etcétera, que se recibían con gran beneplácito de quienes nos veíamos favorecidos con aquellos regalos que al recordarlos ahora nos llenan de melancolía y que a la vez los papás colaboraban con los artesanos que fabricaban esta clase de regalos que eran los favoritos de los niños.

En la actualidad, todo ese acervo de recuerdos ha evolucionado envuelto en oropel con regalos de marcas, casi siempre venidas del país vecino de Trump, y el lejano país de China que nos invaden con una gran cantidad de productos no solamente para los niños, sino para jóvenes y adultos, damas y caballeros, sin distinción de credos y razas.

Además de lo anterior, una de las cosas más significativas eran y siguen siendo las famosas posadas, piñatas y pastorelas, las posadas en parte han perdido el sentido religioso, se han convertido en fiestas y reuniones familiares, las piñatas poco han evolucionado antes eran arregladas con cántaros de tepalcate, ahora lo son de cartón, hechas de diferentes figuras y personajes famosos.

Las pastorelas representan la lucha entre el bien y el mal, una cultura navideña que en la actualidad les interesa menos a muchos niños, porque ya casi nada les falta, sus papás los surten de buenos dulces y de juguetes electrónicos fabricados de plástico, que les dejan poca imaginación a los niños, quienes más atienden los

juegos virtuales y violentos en sus celulares, por ahora a los padres y abuelos solo nos resta adaptarnos a los nuevos tiempos y enriquecerlos con valores.

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