José de Jesús Vázquez Hernández

Cada estación del año tiene sus propias características, no obstante la invernal tiene su propio significado para la mayoría de los habitantes terrenales, por lo menos en México puede decirse que es la más esperada por incluir el tiempo de navidad que simboliza amor, perdón y nos motiva a compartir con la familia, los amigos, compañeros de trabajo y con los que menos tienen.

Es un espacio de tiempo que nos induce a reflexionar sobre nuestra vida personal, sobre nuestras fortalezas y debilidades, logros y fracasos tenidos durante el año, o bien nos motiva a programar nuestros propósitos para un siguiente periodo, aquellos que se quedaron estáticos en el transcurrir de las estaciones del año con sus efectos climáticos y emocionales, que si bien dentro de la frialdad climática, produce un calor afectivo.

En ese contexto, la algarabía navideña originada por los aguinaldos, compensaciones, premios, reparto de utilidades etcétera, se va diluyendo conforme los gobiernos programan los ingresos y egresos presupuestales de cada anualidad, cuando disfrazan impuestos y aumentan cuotas por diferentes servicios o bien imponen elevadas multas con diversos pretextos.

Cuando el gobierno exige “apretar el cinturón” al pueblo, ellos se lo aflojan, comenzando con los partidos políticos que reciben altos subsidios, los diferentes poderes, en el que los secretarios y altos directivos del poder ejecutivo, los senadores y diputados que deberían ser menos, el poder judicial comenzando con los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, entre otros.

A nivel estatal, se repite la misma tónica que a nivel federal, suelen disfrazarse igualmente los ingresos, bajando ocasionalmente los sueldos, pero auto elevándose compensaciones y prestaciones que al sumarse salen más beneficiados, todo ello con base en que nadie debe ganar más que el gobernador, algo simbólico, de allí que conviene tener un gobernador rico con sueldo bajo.

Qué decir de las organizaciones públicas descentralizadas OPD, que se rigen con su propia norma y reglamento ad hoc, como organismos públicos descentralizados, con personalidad jurídica y patrimonios propios, en el que se prevé un consejo directivo conformado por representantes de la sociedad, por lo general amigos que aprueban lo que su director les plantea, inclusive su privilegiada dieta.

Tal vez nada tendría de grave el que los servidores públicos recibieran elevados ingresos, si su labor fuera realmente efectiva y su participación honrada, honesta y transparente y sus acciones redundaran en servicios que promovieran el bienestar

común y combatieran la injusticia y la impunidad, hechos que derivarían en percibir una mayor confianza y una inspiradora esperanza en esta y otras

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