José de Jesús Vázquez Hernández
Desde hace años las elecciones en México se han convertido en luchas sociales entre la sociedad y los partidos, con base en la frase “divide y vencerás” atribuida, según dicen los que saben, al emperador romano Julio César, estrategia con la que los gobernantes predisponen a los ciudadanos a dividirse y enfrentarse unos a otros y así obtener los resultados pretendidos.
Hubo tiempos en que se sabía de antemano quién iba a ganar la presidencia y gubernaturas respectivas desde que eran designados sus candidatos por dedazo por el presidente o bien gobernador en turno, o líderes sindicales, entonces no había necesidad de nombrar expertos contadores como ahora, pasado el tiempo con base en una democracia más participativa, se abrió un poco el abanico para otros partidos y así aparentar la democracia con la alternancia.
Ante estas dos posturas ya no sabe cuál sea la mejor, ambas permean entre claros y obscuros, antes había desgano por la falta de participación de la ciudadanía, ahora hay participación pero a la vez desconfianza de los votantes, por el resultado y valor de su voto a la hora de ser contado por el jurado, al menos esa es la percepción de los votantes.
En estas elecciones, en las que varios partidos se aliaron con otros sin importar sus principios internos de cada uno de ellos, y ante la división imperante tanto de los partidos como de los electores, los candidatos de diferentes coaliciones, como les llaman y que con frecuencia confunden a quienes emiten su voto, se proclamaron triunfadores, pero solo uno con sus satélites es declarado el ganador.
No cabe duda que todo lo que acontece alrededor de una elección, crea temores, desconfianza, enojos, luchas, por falta de seguridad y confianza en las instituciones que planean y organizan las mismas, desde los partidos políticos que hacen campaña, el instituto que las regula, los encargados de contar los votos, los que guardan las casillas.
Es importante analizar los inconvenientes que dejan las votaciones en estas circunstancias, seguramente habrá que atender los problemas suscitados antes de que el “caldo de cultivo” se derrame y provoque un mal mayor, pues el ánimo de los participantes se exaspera y puede originar lo indeseable, una problemática que se debe evitar a toda costa.
Para ello tal vez convenga lo que ya se ha comentado en diferentes ámbitos, fortalecer las instituciones, disminuir los partidos que no se convierten en prebendas de pequeños grupos de poder, instituir una segunda elección con los dos candidatos que más votos hayan logrado, para que el triunfador lo haga con más del cincuenta por ciento de los electores y así ser legitimado.
Con las normas actuales los candidatos triunfadores, lo hacen con una pequeña porción de los votos, a veces ni siquiera por una tercera parte, simplemente por una mayoría relativa y eso hace que los declarados ganadores no sean debidamente legitimados por los ciudadanos, de allí resultan las divisiones y el desaliento tanto de los perdedores y sus adeptos, como de la ciudadanía.
Solo nos queda analizar lo positivo y lo negativo de las mismas y tomar lo bueno de unos y otros, así como de países donde se conocen los resultados de inmediato y los triunfadores y derrotados se olvidan de lo pasado, sin rencores y lamentos, solo con la idea de sumar las propuestas de ambos y ponerlas en práctica, buscando en bienestar general de la población.
Junio 10/2017