José de Jesús Vázquez Hernández
Hay quien dice que la gente ni tiene papeles de esas tierras.
Las palabras recientes del gobernador del Estado de Jalisco Aristóteles Sandoval Díaz de que la cortina de la presa El Zapotillo va y se construiría a 105 metros de altura y no a 85 metros con posibilidad de salvar a las poblaciones de Temacapulín, Palmarejo y Acasico, cayeron como una bomba que definitivamente dará mucho material para seguir comentando.
Su importante aseveración se basó en un estudio elaborado por la Oficina de las Naciones Unidas de Servicios y para Proyectos (UNOPS) el cual fue a destiempo y tuvo un costo de 4.6 millones de dólares que traducidos a pesos mejicanos es una gran cantidad que podría haberse utilizado para resolver conflictos mayores, pues de acuerdo con los técnicos ese proyecto está ya sobre estudiado.
No obstante este estudio, fue utilizado como base para solventar una situación tan conflictiva, como es el abastecimiento del agua, que según dicen será motivo de futuras guerras, si bien es que ya iniciaron, pues en este caso están de por medio los intereses de dos importantes estados, de grandes corporaciones e instituciones a las que se les ha perdido credibilidad.
En este caso aún no se resuelven algunos recursos legales interpuestos por los habitantes de los pueblos afectados, quienes a pesar de que el fin de la construcción de la presa, según dicen nuestras autoridades, es para resolver un problema que afecta a las mayorías, no obstante el fin no siempre justifica los medios, el fin debe estar sustentado en principios firmes.
Por una parte el gobernador tiene una gran responsabilidad de facilitar los medios para arreglar las necesidades de sus pobladores, considerando que ya otras presas se quedaron solamente en un dispendio de recursos y seguramente trata de salvar este proyecto para que no se pierda, pues aquí están en juego un sinnúmero de intereses de toda índole.
Sin duda uno de los más grandes problemas para resolver este embarazo del agua entre los estados de Jalisco y Guanajuato es que se tienen que inundar tres comunidades jaliscienses, además de que Guanajuato pretende una mayor cantidad de agua que le restaría a Guadalajara y a Los Altos, un desafío a resolver de varias las autoridades, para que al final prevalezca la razón y lo más viable.
A pesar de lo manifestado por el gobernador Aristóteles Sandoval y la voluntad de resolver este nudo ciego en que se ha convertido este asunto, de prometer que habrá más agua para Jalisco que para Guanajuato, de que no se pondrá en riesgo ninguna vida humana, de que se concluirá con la reubicación e indemnización de todos los pobladores y se cuidará su patrimonio, aun no se tiene la última palabra.
Mientras se lucha por el abastecimiento de agua para el riego de sembradíos y producción de alimentos, para satisfacer las necesidades de las grandes ciudades y poblaciones, éstas siguen sufriendo de inundaciones cada vez que llueve unos milímetros más y el agua en lugar de aprovecharla y encauzarla hacia fuentes sustentables, la canalizamos a los ductos de los desechos urbanos.
Mientras se resuelve este problema en definitiva, administremos bien la que aún tenemos, escuchemos las voces de los que han estudiado para obtener la mejor solución para todos los habitantes, pues seamos jaliscienses o guanajuatenses todos somos mexicanos y ojalá las autoridades involucradas en este gran proyecto lo lleven a feliz término con el menor daño posible.
Junio 1º/2017