José de Jesús Vázquez Hernández

En el país vecino de los Estados Unidos cada año, el cuarto jueves de noviembre se celebra una fiesta nacional de “Acción de Gracias y Alabanza a Nuestro Padre Benefactor que Habita en los Cielos”, según lo proclamó el Presidente Abraham Lincoln, día en que se reúnen las familias para dar gracias por los múltiples beneficios recibidos durante el año.

La gratitud es un valor que distingue a las personas de buena crianza, contrario a la ingratitud que consiste en un antivalor que debería ser ajeno a cualquier ser humano, si bien permea por diferentes estratos de la sociedad sin distinción de clases y edades por lo que el agradecimiento se debe cultivar y promover en familia y a su vez en sociedad.

Precisamente, el evangelio narra una escena en la que Jesús cura diez leprosos y después de que les ordenara que se presentaran ante los sacerdotes, mientras caminaban quedaron limpios y uno de ellos, viéndose curado, se volvió glorificando a Dios en alta voz y le daba gracias, era un samaritano, entonces Jesús dijo: ¿No quedaron limpios los diez? Los otros nueve, ¿dónde están?

La celebración principal tiene lugar a la hora de la cena cuando se reúne la familia quienes en ese momento se toman de la mano y forman una cadena y cada uno de sus miembros proclama en forma de oración las razones por las que está agradecido/a, pues todos tenemos nuestras propias y muy poderosas razones para estar agradecidos con el Creador, como el don de la vida y la salud.

Sobran motivos para agradecer a Dios y a nuestros semejantes de quienes recibimos favores, incluido el trabajo, los seres queridos, los amigos, las oportunidades y, para muchos, el don de la longevidad, a quienes nos aman y estiman sin ningún interés; a quienes nos animan cuando estamos decaídos, o bien corrigen nuestras actitudes equivocadas.

En fin cada uno tenemos una serie de motivos que deberíamos tomar en cuenta para cultivar este valor o virtud que engalana a los seres humanos, pues si regresamos al evangelio, finalmente Jesús le dijo al leproso que regresó y se postró a sus pies para darle las gracias, “levántate y vete, tu fe te ha salvado” un detalle que le valió tan gran reconocimiento.

Se dice que ya antes de que Abraham Lincoln proclamara esta fecha de “acción de gracias” en 1863, había llegado al nuevo mundo un barco que salió de Inglaterra en 1620 con 102 pasajeros, si bien al año del siguiente invierno por el

intenso frio, solo sobrevivió la mitad, por lo cual recibieron la visita de los indios vecinos y los enseñaron a cultivar maíz, a pescar y evitar plantas venenosas, forjando una alianza por varios años.

Después de un año (1621) los colonos recogieron su primera cosecha de maíz que habían cultivado y para celebrarlo hicieron una fiesta en el mes de noviembre a la que invitaron a un grupo de nativos americanos, quienes llevaron pavos y carne de siervo para convivir, extendiéndose esta festividad por tres días, cuya celebración es conocida como la primera acción de gracias.

No hay duda de los constantes y frecuentes beneficios que recibimos cada día de nuestra vida, lo que nos impulsa a dar gracias no solamente una vez al año; de manera análoga y de acuerdo con nuestra costumbre lo más parecido a la acción de gracias de los Estados Unidos es la fiesta de navidad que ya se acerca y que celebramos la noche del 24 para amanecer el 25 de diciembre de cada año.

Noviembre 25/2017 jjesusvah@hotmail.com