José de Jesús Vázquez Hernández

En estos días hemos sido testigos a través de los medios de un hecho inusual, incluso lo podemos calificar de dramático por el significado del mismo, ver a tanta gente que emigra por alguna razón de su lugar de origen con toda la familia con hijos menores y niños solos, así como jóvenes que vienen desde los países de Honduras, algunos más de El Salvador, Guatemala y Venezuela.

Decimos que es dramático por el gran número de migrantes, aproximadamente siete mil, que viajan unidos desde estos países donde según manifiestan para protegerse, toda vez que la delincuencia e inseguridad ha invadido su espacio y afectado su vida y emigran con el fin de alcanzar el sueño americano a pesar de las inclemencias que padecen.

Habíamos observado esta clase de manifestaciones en algunos países de Europa, donde por causa de la guerra, numerosas familias viajan en barcas, muchas veces inadecuadas que se hunden por el exceso de peso y la poca seguridad que ofrecen a los viajeros y una vez en las fronteras de los países elegidos para residir, o bien pedir refugio en alguno de ellos, no siempre son bien acogidos.

Esta caravana a la que nuestras autoridades trataron de impedir el paso en la frontera sur con apego a las normas y tratados internacionales y ante la mirada de observadores de los derechos humanos, poco pudo hacer para complacer al presidente Donald Trump que presiona constantemente para que se les impida el paso y no lleguen a su destino.

El presidente Enrique Peña Nieto al igual que el presidente electo Andrés Manuel López Obrador han mostrado flexibilidad y les han ofrecido algunas prestaciones a los que permanezcan en Chiapas y Oaxaca, si bien, varios de esos ofrecimientos no han sido aceptados por los dirigentes de los migrantes, pues parece que tienen el ojo puesto en alcanzar el sueño americano.

Nuestro país, aunque migrante por años, por aquello de tener tan cerca a los Estados Unidos, una nación rica y progresista, donde nuestros paisanos eran y, si bien en menor escala, siguen siendo atraídos por el pago de su trabajo en dólares que con buena administración logran solventar sus necesidades personales más elementales, así como de su familia.

Una situación como esta no se había presentado, es algo anómalo, aunque nuestro pueblo igual se refleja en ella por verse involucrado a través de la historia en la búsqueda de mejores oportunidades que no encuentra en su lugar de origen y ve en estos hermanos una familia propia, que emigra con el mismo propósito de alcanzar nuevos horizontes que les brinde la paz que han perdido.

Es por eso que a su paso por las diferentes poblaciones, los medios nos han ilustrado con escenas nostálgicas en las que tanto autoridades civiles y eclesiásticas, pero sobre todo familias enteras que les ofrecen alimentos, ropa y calzado para mitigar en parte ese sufrimiento que implica viajar en tales circunstancias, ya antes los veíamos arriba del tren conocido como la bestia.

Por ahora es necesario estudiar su significado y combatir las causas que generan estas numerosas migraciones, y como dice don Quijote, “que ni el interés, ni el miedo, el rencor, ni la afición, no les hagan torcer el camino de la verdad, cuya madre es la historia, émula del tiempo, depósito de las acciones, testigo de lo pasado, ejemplo y aviso de lo presente y advertencia de los porvenir”.  (foto de internet)

 

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Octubre 27/2018